Mollete poblano, compañero del Chile en Nogada

*El Chile en Nogada y el mollete poblano son inseparables, aunque los ingredientes del postre se dan todo el año

Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- El pan es horneado y le sacan el relleno para que quede vacío. En el hueco crema pastelera, preparada con leche, yemas de huevo, mantequilla, azúcar, fécula de maíz, vainilla y coco rallado.

Junto al exquisito Chile en Nogada, a finales de julio y hasta septiembre, en Puebla los restaurantes ofrecen un postre: los molletes poblanos.

En la calle 6 Oriente, conocida como la calle de los dulces, las dulcerías de mayor tradición los exhiben junto a las cajas de molotes poblanos, las tortitas de Santa Clara y los borrachitos.

Son pocas los lugares donde ahí mismo se preparan los panes, hechos de harina, sal azúcar, huevo, mantequilla y levadura, relleno de crema pastelera y cubierto con una capa delgada de dulce de pepita de calabaza.

Algunos hacen que el pan sea más de 13 centimetros de diámetro y el relleno es pequeño, otros aseguran que debe haber más relleno y la capa de pepita ser muy, muy fina.

Al ser un pan muy dulce se suele comer sólo una rebanada y es común que la mayoría la coma en familia. Hay personas que sugieren meterlo al refrigerador y acompañar tu rebanada con un vaso de leche, que hace una combinación única.

La leyenda del postre nace junto a la del Chile en Nogada, en 1821, cuando las monjas agustinas del convento de Santa Mónica ofrecieron una comida a Agustín de Iturbide para celebrar la Independencia de México.

Ahí nació el plato fuerte con el que miles de poblanos y paladares de todo el país se deleitan cuando visitan la entidad en esta época, pues las monjas también le ofrecieron como postre los molletes poblanos a Iturbide.

Por eso, el Chile en Nogada y el mollete poblano son inseparables, aunque los ingredientes del postre se dan todo el año y las dulcerías podrían elaborarlo en cualquier época.

No todos los restaurantes poblanos ofrecen el postre al igual que los chiles, son sólo pocos los que siguen la tradición de acompañar uno con el otro.

Cada dulcería guarda celosamente la receta. Algunos dueños de los establecimientos aseguran que sus bisabuelos eran ayudantes de las monjas y por eso aprendieron a elaborar directamente el postre, por lo que el secreto pasa de generación en generación.

Otros contratan a personas que ya los preparaban y sólo ellos se encargan de exhibir los molletes poblanos en sus exhibidores.

Algunos más han compartido algunos de sus trucos para que el sabor sea inigualable, como sólo usar cazos de cobre o mantener la crema pastelera en el fuego por 40 minutos.

Otros porque utilizan jamoncillo, algunos más además del coco, le echan jerez o licor para que quede envinada la mezcla de la pepita y así lograr otro sabor en la cubierta.

 

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